Análisis de 'Dying Light: The Beast' para PC; la venganza de Kyle Crane

Si hiciéramos una lista de los protagonistas más icónicos en los videojuegos de la última década es posible que Kyle Crane no cayera ni entra los 100 primeros. Este superviviente del fin del mundo, que protagonizó el 'Dying Light' original y la expansión independiente 'Dying Light: The Following' es, sin embargo, el foco principal del nuevo 'Dying Light: The Beast'; un juego concebido como el segundo grande DLC de 'Dying Light 2', pero que llega como título completamente independiente desarrollado y publicado por la propia Techland.

Más rabioso, más violento

Ha pasado más de una década desde los acontecimientos que se nos contaron en los primeros juegos, donde Crane tenía que lidiar con la infección que había acabado con la humanidad. Durante todo este tiempo ha sido torturado por El Barón, el heredero de una importante empresa tecnológica del viejo mundo obsesionado por entender y dominar el virus que ahora reina en todo el planeta. La inmunidad de Kyle a dicho virus le convirtió en un sujeto de pruebas perfecto para perfeccionar sus modificaciones del mismo, al menos hasta que Crane consigue escapar cargado de rabia, ansias de venganza y con unos cuantos trucos nuevos para sembrar el caos y la destrucción.

El mapa de Castor Woods está repleto de detalles y de peligros.

La principal, y hasta cierto punto la única, novedad de este juego es también la que le da nombre, pues ahora nuestro protagonista tiene la oportunidad de convertirse en una bestia mutante que le otorga una fuerza sobrehumana. Esta nueva mecánica será clave para afrontar los combates y los múltiples peligros del juego de una forma algo distinta a lo visto en entregas previas.

Como antes de correr hay que aprender a caminar conviene aclarar que uno de los grandes atractivos de la franquicia sigue intacto en este nuevo título. El parkour sigue siendo el eje principal a la hora de navegar por los escenarios de Castor Woods, la ubicación en la que pasaremos unas cuantas decenas de horas en esta aventura. La forma que en la que Crane fluye por la ciudad y los entornos rurales sigue siendo adictiva, es divertido simplemente desplazarse de un lado a otro gracias a la fantástica aproximación al movimiento que Techland ha diseñado para esta IP. Lamentamos que no haya grandes novedades a este respecto, pues aunque esté varios puntos por encima del juego en primera persona medio, sí que hay aspectos que se pueden pulir para perfeccionar el parkour.

La falta de novedades relevantes afecta también al combate, donde sigue predominando el sistema de armas por niveles y con estadísticas variables que deberemos conseguir explorando el mundo, completando misiones, robándolas a enemigos eliminados o fabricándolas en los lugares seguros. Aquí no hay nada nuevo que no hayamos visto antes, podemos mejorar las armas, repararlas cuando se desgasten por el uso y equiparles modificadores para aportarles un extra de diversión aplicándoles fuego, electricidad, hielo y todo tipo de añadidos macabros.

La violencia con la que se mutilan los cuerpos al golpearlos es extrema.

Dentro del combate también destaca algo que hará las delicias de los más aficionados al gore, pues se ha subido un par de puntos el nivel en lo que a mutilaciones y destrucción de los cuerpos de los zombis (y no tan zombis) se refiere. Ahora cada golpe provocará importantes heridas en nuestros enemigos, pudiendo arrancarles la cara, dejarles las tripas colgando o incluso hacer que los ojos se salgan de sus cuencas. El nivel de detalle a este respecto es tan alto que puede resultar hasta incómodo para ciertos jugadores.

Todo en 'Dying Light:The Beast' responde al "más y mejor" que esperábamos teniendo en cuenta que originalmente estaba pensado como un DLC, por lo que muchas de las cosas que nos gustaría que hubiera traído el juego bajo el brazo no parece muy justas pedírselas. Es cierto que nos habría encantando que fuera la siguiente evolución de la franquicia y que nos hubiera dado algún juguete más que el Modo Bestia de Kyle, pero aún así es difícil no recomendar la experiencia a quienes disfrutaran de los juegos anteriores, porque las sensaciones no dejan de ser de lo más satisfactorias.

Las zonas oscuras son un reto tanto por su dificultad como por su aterradora atmósfera.

Como punto extra en Techland han aprendido de errores del pasado y la optimización con la que 'Dying Light: The Beast' ha llegado a PC, la versión que hemos jugado nosotros, es digna de aplaudir. No deberíamos destacar que un juego funciona perfectamente fluido con una configuración gráfica alta, pero sabemos cómo está la cosa y con casos tan recientes como 'Borderlands 4' no podemos más que agradecer al estudio el fantástico trabajo que han hecho en este campo. Jugando en un equipo con una 2080 Super y un Ryzen 5 3600X he estado disfrutando del juego siempre por encima de los 60 fotogramas por segundo, sin un solo cierre o bajón de rendimiento y en una calidad muy alta. Esto es especialmente destacable porque 'Dying Light: The Beast' no va precisamente corto en lo técnico. Estamos hablando de un juego que visualmente está a la altura de todos los AAA recientes, ofreciendo un trabajo de dirección artística, iluminación y animaciones de primerísimo nivel.

Quizás lo más importante que deberíamos destacar de este juego es que, aunque más comedido que las entregas principales, sirve como demostración inequivoca de que en Techland siguen en plena forma y de que la franquicia sigue estando totalmente vigente, haciendo que esperemos con muchas ganas una tercera entrega con grandes novedades que siga presentándose como el referente actual en el género zombi dentro del AAA.