Dentro del terror: ¿cómo se genera el miedo?

TERROR

Dentro del terror: ¿cómo se genera el miedo?

Por Maribel Baena

El 30 de Septiembre 2018 | 12:00

Dentro del terror: ¿cómo se genera el miedo? ¿Por qué nos gusta pasar miedo?

Al ser humano le gusta pasar miedo, siempre y cuando este terror no le ponga en peligro real. Somos temerarios por naturaleza, y eso es algo innegable: devoramos los libros y las películas de terror que llegan a nuestras manos, disfrutamos con todas esas atracciones que son casas encantadas, nos recreamos en todas esas historias que nos contaban nuestros amigos sobre fantasmas en edificios cercanos a nuestra casa, e incluso jugamos a la Ouija si se nos presenta la oportunidad. Nos gustan los videojuegos en los que nosotros tenemos que enfrentarnos, en primera persona, a una inmensa cantidad de monstruos que ponen en peligro nuestra vida. Eso sí: siempre de forma ficticia. Si estas situaciones se dieran en la vida real, probablemente nos pensaríamos dos veces lo que hacer.

Es curioso cómo nos gusta llevarnos a nosotros mismos al límite, cómo disfrutamos con esas películas de zombies en las que se nos plantea la posibilidad de un Apocalipsis; y, sobre todo, es especialmente llamativo que tras esas películas vamos haciendo un acopio mental de armas para sobrevivir si eso pasara en la vida real. ¡Y no lo hacemos con desgana, qué va! A muchos no les importaría que esto pasara realmente para así poder demostrar sus dotes de supervivencia.

Seamos sinceros con nosotros mismos: nos gusta pasar miedo. Nos encanta. Disfrutamos pasando miedo. De ahí que el cine de terror sea uno de los géneros preferidos de todo el mundo, y que las salas de cine continúen llenándose con todas las películas sobre exorcismos, pese a que sepamos a la perfección cómo van a terminar estas. La pregunta está servida: ¿por qué nos gusta pasar miedo? ¿Somos masoquistas? ¿Qué genera el miedo en nosotros?

El miedo: una activación de nuestros sentidos

El miedo es una emoción que despierta en nosotros una sensación muy desagradable, y que suele estar provocada por un peligro, ya sea este real o supuesto (es decir, provenga de una pantalla de cine o de la vida real). Es una emoción muy primaria, y que todos los seres vivos tienen; no hay más que ver cómo reaccionan nuestras pobres mascotas ante los tan criticados petardos navideños. Nosotros hacemos más o menos lo mismo con otros estímulos que no llegamos a comprender; porque uno de las claves del miedo es que este es más acuciante cuando no comprendemos la fuente.

Biológicamente hablando, el miedo es un mecanismo de defensa. El miedo nos enseña que hay cosas que debemos evitar si queremos continuar con vida, y esto es algo positivo. Lo extraño es que nosotros busquemos despertar este sentimiento de forma activa devorando película tras película, o episodio tras episodio. No es algo nuevo, ni mucho menos; desde más o menos el siglo XIX, una gran cantidad de autores de narrativa comenzaron a usar el miedo como instigador natural de sus historias. Hablamos de autores tan relevantes como Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft o el español Gustavo Adolfo Bécquer.

Nos gusta pasar miedo

Pero... ¿por qué nos gusta pasar miedo? Al parecer, hay factores físicos que nos empujan a buscar esta emoción. Cuando tenemos miedo, nos activamos de una forma exagerada a nivel físico, con lo cual sentimos algo muy cercano a una descarga de adrenalina. Esto no es miedo real, como tal, sino algo más cercano a la emoción; sabemos, en el fondo de nuestro cerebro, que lo que estamos sintiendo es algo provocado por estímulos que no pueden dañarnos realmente. Pese a todo, en ese momento liberamos catecolaminas, un grupo de neurotransmisores donde están presentes tanto la adrenalina como la dopamina, y que nos hacen sentir una especie de euforia cuando finalmente termina ese miedo.

Hay más motivos, no obstante. La violencia no está socialmente aceptada, y no se permite disfrutar de ella, pese a que los seres humanos ya hemos demostrado en incansables situaciones que tendemos a la violencia. Mas con el cine de terror tendríamos una forma de entretenimiento violenta, que activaría hormonas como la testosterona y el cortisol, sin provocar daño real a nadie y sin que la sociedad nos juzgue por ello. Por ejemplo: podemos sentir deseos de asesinar al malo de la película, o de librarnos de todos esos zombies que acosan a las víctimas, sin que esto realmente sea considerado negativo.

Aunque también hay quien señala que nos llama tanto la atención el cine de terror, y el pasar miedo gratuitamente, porque esto nos permite curiosear entre los límites de la vida y la muerte, probar a experimentar cosas que en nuestro día a día no podríamos hacer. Es como cuando, de pequeños, temíamos a ese monstruo de debajo de la cama que, pese a no existir, no nos dejaba dormir; sería algo así como volver a ese momento, pero sabiendo en todo momento que nos encontramos seguros.

Índice de contenidos
  1. - Nos gusta pasar miedo
  2. - ¿Qué nos da miedo?
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