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'Monster Hunter World: Iceborne' recupera la estrategia durante la caza

OPINIÓN

'Monster Hunter World: Iceborne' recupera la estrategia durante la caza

Por Oscar Martínez

El 12 de Septiembre 2019 | 01:09

'Monster Hunter World: Iceborne' pone la mirada en el pasado y abandona la comodidad de su título original para ofrecernos una experiencia que nos obliga a trabajar la estrategia y la gestión de la caza.

Ante la caza siempre ha sido vital la gestión. Un cazador sin equiparse era un cazador muerto. Pociones, mieles, trampas, bombas... los bolsillos —y el estómago— llenos antes de atravesar el umbral de la aldea era siempre una buena señal. Sin embargo, y sin tacharme de purista, nada de esto estaba en 'Monster Hunter World'. La accesibilidad revolucionó la caza por completo y la organicidad de su mundo logra una inmersión con la que no habíamos llegado a soñar. Pero, por el camino, nos dejamos la gestión.

En 'World' puedes recoger mieles y obtener megapociones al instante. Y es un magnífico paso hacia adelante. Pero según avanzas, y al margen de estas medidas de accesibilidad, las trampas y la estrategia pierden efecto. Las criaturas rara vez suponen un reto cuando nos hemos equipado con seguridad y la asistencia entre jugadores generan una simbiosis de confianza que nos permite despreocuparnos. Sin embargo, parece que 'Iceborne' ha llegado para cambiar las tornas.

Bailando con la muerte

Pasé por alto la llegada del rango G, ahora conocida como Rango Maestro, a la nueva expansión del título. Pese a llevar muchos años jugando a la saga siempre he sido especialmente torpe y la comodidad de 'World' me invitaba a jugar sin preocupaciones. Incluso los adornos y habilidades me quedaban distantes. Con todo, recuperando el viejo espíritu de guerra, me equipé con lo mejor que encontré en el baúl antes de salir a explorar por primera vez el Arroyo de Escarcha.

Monster Hunter World Iceborne

Algo insuficiente, imagino, porque tras dos muertes, múltiples huidas, dos cambios de arma y varios afilados después, Beotodus caía ante mí. Decir que fue algo fácil sería, por supuesto, mentir abiertamente, pero también lo sería asegurar que me preparé para la batalla. Y es que, si 'Monster Hunter World' servía como entrante, es en 'Iceborne' donde Capcom decide poner toda la carne sobre el asador. Es una expansión que te obliga a volver a las líneas de 'Monster Hunter Freedom Unite' —fácil referencia por sus parajes helados, pero hay más allá de eso. Y es que la gestión está más presente que nunca en la nueva aventura.

Cuando llegó la hora de abatir a Banbaro las cosas habían cambiado. Llevaba conmigo pociones máximas, semillas de poder, trampas, un buen puñado de bombas y, sobretodo, arreglé mi armadura y sus habilidades. Así, con las cosas arregladas, me di cuenta de que pese a que la dificultad ha aumentado notoriamente en el Rango Maestro, no es el juego, sino el jugador quien debe adaptarse a sus líneas. Los escenarios dejan de ser simples decorados para convertirse en un campo de batalla en el que todo nos da una oportunidad más y los monstruos son mucho más hábiles e inteligentes de lo que parece.

En 'Monster Hunter World Iceborne' dejamos de ser únicamente cazadores. Somos tanto cazador como presa, y está en nuestras manos el convertirnos en una o en la otra. Las comodidades de 'World' se quedan en Astera y si quieres sobrevivir al Arroyo de Escarcha y sus peligros es necesario peinar la zona, conocer cada palmo del lugar y como se mueve cada monstruo. Y es que podemos evitar la plaga de hielo de Beotodus y esquivar las rocas de Banbaro si somos hábiles. Pero esta vez no todo se mide por nuestro manejo del arma, sino también por nuestra capacidad de gestión y estrategia.

Monster Hunter World Iceborne

La nueva versión de Tobi Kadachi, sin ir más lejos, es capaz de envenenarnos con una toxina más potente que nunca y dejar que el veneno nos consuma mientras quedamos paralizados. Y no fue otro que el Paolumu Somnus quien me hizo fracasar mi primera misión desde la llegada del juego, dos años atrás, con su particular forma de hacerme perder la cabeza, dejándome dormido la mitad de la batalla. Y eso solo es el inicio. Y es que 'Iceborne' toma a viejos amigos como Yian Garuga, Tigrex o Nargacuga para obligarnos a demostrar, independientemente de nuestro nivel, que somos verdaderos cazadores.

Todo una vuelta de tornas que insufla de vida un título que —en comparación con otras incursiones de la franquicia— se sentía algo vacío de contenido y reto. Y lo mejor de todo, lo hace sin pisar a nadie. Porque la estrategia en 'Iceborne' es tan importante como la colaboración. Y aunque jugar en modo offline resulte revelador no puedo evitar sonreír cuando me cruzo con cazadores capaces de tumbar al monstruo con una bomba de luz al despegar las alas para huir mientras otro coloca la trampa que dictará su final.

Un cambio que, quizás, no todos sus jugadores notará. Pero 'Monster Hunter World: Iceborne' gana una riqueza incaculable con sus cambios. Hace de la caza algo más lento. Más duro quizás. Pero también más sentido. El hecho de pasar dos minutos frente al baúl antes de salir para asegurarte de llevarlo todo para acabar con tu presa o comprobar que has comido para comenzar la batalla con el doble de vitalidad es un sentimiento que revitaliza al juego. Un hecho que, más allá de la taza de nostalgia que trae consigo, me obliga a reconocer que, el levantarme una vez más tras volver a caer es, seguramente, uno de los mejores regalos de esta nueva experiencia.

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