DINASTÍA

'Crusader Kings II' nos invita a llevar nuestra dinastía a lo más alto de la Edad Media europea

Paradox ha logrado un juego relativamente fácil de usar y en el que ninguna partida se parecerá a la anterior. Además los imprevistos estarán a la orden del día.

Por Pedro Garcés 30 de Abril 2012 | 13:05

Hace unos meses os contamos nuestra experiencia jugando a la beta de 'Crusader Kings II' y ahora le toca el turno a la versión final retocada con algunos parches que mejoran ciertos aspectos de la jugabilidad.

Este juego de Paradox recorre la época de la Europa medieval, esto es desde la batalla de Hastings hasta la caída del Imperio Romano de Oriente. Durante estos casi 4 siglos de historia podremos dirigir cualquiera de las dinastías cristianas de Europa, es decir que los musulmanes y paganos no serán elegibles.

Una de las principales peculiaridades de este juego es que, a pesar de estar desarrollado por los suecos, no es muy difícil de dominar. Paradox nos tiene acostumbrados a un tipo de estrategia muy complicada de entender en un primer momento pero en este caso la interfaz es bastante intuitiva y hay una gran cantidad de mensajes de ayuda. Eso sí, para dominar el juego tendremos que echarle muchas horas.

A extender nuestra estirpe por toda Europa

Lo primero que hay que destacar es que, a diferencia de la mayoría de títulos de estrategia, no representaremos una país o nación y en su lugar nos encargaremos de una rama de una dinastía. Podemos perder nuestro reino o nuestro ducado y seguir jugando mientras nuestra dinastía siga viva, pero si nuestro heredero es de otra dinastía, aunque heredemos 27 títulos, perderemos la partida.

Así pues podemos empezar la partida en 3 escenarios distintos y conocer a nuestro actual cabeza de familia. Si tenemos el DLC de creación de personajes habrá la opción de escoger sus atributos, si no nos tocará uno de oficio. Esto quiere decir que puede ser desde mudo hasta jorobado o incluso honesto y sádico. La cantidad de atributos que pueden tener los personajes al nacer o a medida que viven es muy amplia, y no te extrañe que alguno acabe poseído.

Cada uno de estos aspectos influirá en la relación de tus personaje con el resto del Mundo y, de hecho, te darás cuenta que casi todo influirá negativamente en esa relación por lo que mantener contentos a tus vasallos será una de las principales prioridades de este juego. Si eres ambicioso y uno de tus siervos también lo es, tendrás muy difícil evitar que se levante contra ti cuando menos te lo esperes.

Esto además provoca que, aunque tu personaje pueda ser querido y respetado por todos, su heredero pueda sufrir continuos ataques por parte de todos aquellos que amaban al anterior señor feudal. Para simular mejor estos tejemanejes de la época, el juego usa un sistema de conspiraciones con el que tanto la IA como los jugadores pueden pedir ayuda a otros personajes "en secreto" para un levantamiento, la derogación de alguna ley o el asesinato de un tercero. Cuantos más apoyos tengas, más probabilidades de éxito tendrá esa conspiración pero eso sí, si la victima lo descubre tendrá todo el derecho de meter al autor en la cárcel.

Por si esto no fuera poco, cada uno de los personajes del juego tendrá una ambición personal que puede variar desde casarse a tener hijos o acumular grandes cantidades de dinero. Atender a estos objetivos, hará que los personajes sean mucho más felices bajo tu mando.

También toca gestionar nuestros territorios

Una vez que los asuntos domésticos han quedado resueltos tendremos que centrarnos en mejorar nuestros dominios. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que según el líder que tengamos y la mujer que esté a su lado podremos controlar más o menos provincias sin ser penalizados. Esto quiere decir que aunque un personaje pueda tener 12 territorios bajo su control otro con 4 puede tener problemas.

Cada una de las provincias del juego tiene distintos espacios en función de la población (las islas más pequeñas tendrán solo 1 mientras que las regiones más grandes llegarán hasta 6. En cada uno de estos espacios podremos crear, previo pago, una ciudad, un castillo o una iglesia. Aunque los castillos los podremos controlar nosotros, las ciudades y las iglesias tendrán penalización si nos convertimos es sus dirigentes por lo que será mucho más útil poner a algún vasallo al cargo algo que también nos servirá para mejorar las relaciones con él.

Todos estos territorios podrán ser mejorados mediante edificios tanto para incentivar la investigación, como la conversión, la recaudación y la cantidad de tropas militares. Por último podremos cambiar la cantidad de impuestos y de tropas que pedimos a nuestros vasallos teniendo en cuenta que cuanto más pidamos, más cabreados estarán.

Investigación y tecnología, más bien poco

La investigación es uno de los puntos más flojos del juego. Todas las provincias tienen varios apartados, cada uno con un número determinado de estrellas que indican el progreso tecnológico. Poco a poco irán mejorando en función de los edificios y los consejeros que tengamos. Sólo podremos afectar directamente indicando las 3 tecnologías en las que nos queremos centrar y que recibirán una ligera bonificación.

Como hemos comentado, tendremos algunos consejeros a nuestra disposición. El rendimiento de cada uno de ellos dependerá de su nivel en el atributo correspondiente. A estos consejeros, que podremos poner y quitar a nuestro antojo con el consiguiente cambio en nuestras relaciones, habrá que asignarles distintas misiones como puede ser, investigar tecnología, recaudar impuestos, mejorar relaciones o crear documentos que nos permitan reclamar algún título nobiliario.

Nos vamos de boda

La diplomacia en este juego es bastante sencilla. Si tienes algún título que reclamar, o algún vasallo con algún título que reclamar, podrás declarar la guerra sin penalizaciones. Además a los infieles podrás declararles la guerra sin tapujos. Pero muchas veces, la parte importante de la política internacional se llevará a cabo detrás de las cámaras, ya sea con las conspiraciones o con matrimonios.

Y es que buscar una pareja adecuada a nuestro heredero nos abrirá muchas puertas. Una princesa heredera será el objetivo de todas las naciones ya que un hijo con ella será de nuestra estirpe lo que servirá para ampliar el alcance de nuestro linaje y, por ende, colmar todas nuestras aspiraciones narcisistas.

Sin objetivo final pero con muchas opciones intermedias

Este juego no recoge ningún tipo de victoria final, salvo el de la puntuación de tu dinastía que puede no tener nada que ver con el estado final de Europa. Por eso cada uno deberá decidir qué quiere. ¿Ser un conde y llegar a ser rey de un par de reinos? ¿Lograr mantenerse como Emperador del Sacro Imperio o de Bizancio? Conseguir reunir todos los reinos es una tarea harto difícil ya que tus vasallos aprovecharán el menor momento para darte por detrás, nunca mejor dicho.

Para los amantes del rol, uno de los principales alicientes son las cruzadas ya que, aunque no aportan un beneficio interesante, siempre es un reto conquistar Jerusalén y volver luego a casa sin tener todo el reino a tortas. Para ayudarnos, a lo largo del juego empezarán a aparecer distintas órdenes religiosas dispuestas a combatir a nuestro mando por un módico precio y una recompensa en forma de posesiones en la Tierra Santa.

'Crusader Kings II' es un imprescindible para los amantes de la estrategia larga, cada partida puede durar más de 12 horas, ya que ofrece un toque distinto al ya conocido manejo de naciones. El modo multijugador es bastante estable y tiene todas las herramientas necesarias para que, hasta el más fuerte, pueda acabar sin nada en unos pocos años.

Pero también los más casuales pueden sacarle jugo a este juego y crear su propia historia, ya sea con Portugal reconquistando la península ibérica o controlando el Imperio Bizantino desde el trono en Toledo. Incluso el aspecto sonoro es de notable alto o sobresaliente con música inspirada en la época y que sólo se hará repetitiva cuando llevemos varias horas seguidas.