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Crítica 'Taboo', episodio 1: Tom Hardy en pie de guerra

'Taboo' llega a España a través de HBO como una de las propuestas más ambiciosas y atractivas de la primera mitad de 2017.

Por Xose Llosa 9 de Enero 2017 | 22:29

La televisión británica en lo que llevamos de 2017 -aunque sea muy poco-, nos alza de los infiernos a los cielos en cuestión de una semana. Si hace apenas siete días me sentaba decepcionado a escribir sobre el mejorable inicio de la cuarta temporada de 'Sherlock', ahora me tengo rendir ante la nueva miniserie de BBC, 'Taboo', que a España llega a través de HBO.

'Taboo' nos traslada a la Londres victoriana una vez más. La ambientación explotada una y otra vez, sigue siendo escenario con solera para crear un universo creíble y embriagador, entre el polvoriento carbón de las calles del escorbuto en la capital británica. 1814, ahí nos traslada la nueva serie de Steven Knight -'Peaky Blinders'- y Chips Hardy, con producción de Ridley Scott, y Tom Hardy como protagonista. Se desvela como una miniserie de enfrentamientos familiares, de traiciones, de políticos de bajo instinto, y de un componente sobrenatural místico y enriquecedor. Una serie que, sobre el papel, apuntaba maneras; que lo ha tenido fácil para colarse entre lo más esperado de esta primera mitad del año, y que con su primer episodio sólo deja con ganas de que llegue la semana próxima.

Un muerto andante

Tom Hardy, James Keziah Delaney, es un muerto andante. Este joven inglés de buena familia se había dado por muerto en un viaje a África. Sin embargo, justo con la celebrada muerte de su padre, el joven James se presenta de nuevo en Londres a reclamar lo que le pertenece: un pequeño terreno costero al otro lado del mundo, con valor estratégico para los negocios ingleses del momento. El padre de Hardy había sucumbido a la locura más violenta, rechazando cualquier trato comercial para el terreno, mientras que su hija y yerno ya estaban preparando todas las negociaciones para firmar la compraventa en cuanto el cadáver del viejo yaciese caliente bajo tierra. En este panorama el aterrizaje de James Keziah Delaney cae como un jarro de agua fría. Su carácter recio y violento recuerda más de lo deseable al de su padre, y James desprecia la posibilidad de vender su terreno. Lo más sucio de la aristocracia comienza a funcionar, la siempre incómoda familia política comienza a revolverse, y amanece una historia de lucha por herencias, con la particularidad de estar salpicada, en este caso, por el fantasma de la locura.

La antropología de la locura nos aproxima, por fuerza, al plano del misticismo, de lo paranormal. A lo largo de la historia la locura y la capacidad sobrenatural se ha confundido e intercambiado una y otra vez, y en ese plano desconcertante es en el que 'Taboo' salta de un lado a otro. Las voces de ultratumba se confunden con las voces de la alucinación, las comunicaciones extrasensoriales son la representación mística de la psicosis, y lo que en tribus africanas es el elixir de los dioses, guarda sospechoso parecido con el polvo de ángel. Esa es la duda que la serie siembra entre los espectadores.

La locura, la brujería y lo paranormal

'Taboo' recuerda, en este sentido, a una de las películas más maravillosas de 2016, quien sabe si la más maravillosa de todas: 'The Witch'. En la cinta de Robert Eggers el cuento nos situaba en Nueva Inglaterra, al otro lado del Atlántico. Casi representa un acercamiento antropológico al mundo de la brujería en el que los ungüentos en los genitales de las brujas conferían a estas mujeres libres la capacidad de empoderamiento que sólo los alucinógenos son capaces de impulsar. 'Taboo' y 'The Witch' son las dos caras de la misma moneda entre el misticismo y la locura: en 'The Witch' la familia ultracatólica veía brujería tras cada acto de su "impura" hija adolescente; en 'Taboo', por contra, el pueblo ilustrado londinense ve en la familia de los Delaney el irreconocible rostro de la locura.

Kristoffer Nyholm, a la dirección, juega en este primer episodio, al menos, con ese contraste entre lo paranormal y la psicosis, lo que aporta al personaje de Hardy un matiz automático: su presencia impone. Impone, y mucho. Su mirada fría basta para que un escalofrío recorra la espalda del que está sentado ante el televisor. En este primer episodio la obsesión es justamente esa, introducir el carácter atronador de un protagonista que se come sus escenas. Los renglones básicos de la historia de 'Taboo' son verdaderamente simples, pero la conjugación del carisma que despliega Hardy como James, junto a la retahíla de misterios y potenciales traiciones que nos presentan en este capítulo de inicio, son justificación suficiente para mantener el interés sobre la obra.

Además de Hardy, el otro personaje que destaca en este primer episodio es el de Sir Stuart Strange. Aquí el Gran Gorrión de 'JdT', Jonathan Pryce, toma el rol de Sir, altivo, soberbio... inconfundiblemente inglés. Maquiavélico y enfrentado a James, tiene momentos desatados en los primeros sesenta minutos de metraje, que nos dan pista de que lo mejor está por llegar. No viene sólo, ya que en su despacho lo encontramos siempre rodeado de un séquito de desalmados que nos acercan a la representación del burgués de la sociedad industrial incipiente, la de los hombres que están por encima de todo y de todos en justificación de poder y del dinero, si es que acaso son dos cosas diferentes.

Riesgo y conclusiones

Todo esto nos lleva al riesgo de 'Taboo', y es que todo en la serie es demasiado excesivo, demasiado extremo. Rápidamente todos los personajes están claramente situados en los puntos más distales del tablero, y dispuestos abiertamente al enfrentamiento más directo y más feroz. Deja en este camino poco lugar al matiz, poco lugar a segundas o terceras lecturas, más allá de la sucesión de encuentros viscerales que nos presenta.

Por último, perspectiva de estar ante una miniserie de ocho episodios también se agradece. Con seis temporadas de 'Juego de Tronos' a nuestras espaldas, las innumerables y tediosas de 'The Walking Dead', o el final de 'Westworld' artificialmente abierto, agradezco sentarme a ver algo que sé que tiene una concepción de principio y final.

Tengo pocos peros con 'Taboo', me ha parecido un primer episodio chispeante y afilado. Quizá demasiado desatado, demasiado feroz, y ahí habrá que ver el desarrollo de esta historia a través de eso ocho capítulos. En el peor de los casos 'Taboo' será un tremendo entretenimiento, pero, gracias a la ambientación y al hipnotismo que produce Tom Hardy, al menos a mí, lo tiene todo para convertirse en uno de los fenómenos de la temporada.