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Análisis de 'Wolfenstein: Youngblood' para Xbox One, lazos de sangre

Analizamos Wolfenstein: Youngblood. Las hermanas Blazkowicz se alían para que no quede un solo nazi en pie.

Por Roberto Pineda 28 de Julio 2019 | 15:00

'Wolfenstein' es una de esas franquicias que actualmente disfrutan de una segunda juventud, al igual que sucede con 'Doom' o 'Resident Evil', entre otras. Las últimas entregas han logrado consolidar a la propiedad intelectual de Bethesda como uno de los referentes del género FPS y su nueva entrega, 'Wolfenstein: Youngblood' llega con la intención tanto de prolongar el estado de gracia de la saga, como de ofrecer un soplo de aire fresco dentro de la misma, gracias a su acentuado componente multijugador.

Hermana, estás que te sales

Soph y Jess. Jess y Soph. Las hermanas Blazkowicz, hijas del inconfundible William Joseph "B. J." Blazkowicz protagonizan una nueva caza de nazis caracterizada por la propuesta cooperativa de Machine Games, en colaboración con Arkane Studios. La una no es nada sin la otra y no nos referimos a su relación —que también— sino al diseño de jugable del título; abrir puertas con cerradura doble, distraer a un enemigo mientras la otra le asalta por la espalda, reanimar a la compañera caída en el campo de batalla... 'Wolfentein: Youngblood' nos ofrece una campaña en la que cooperar con nuestra aliada es el único camino para alcanzar la gloria. A pesar de ello, hay que decir que el juego permite disfrutar en solitario y la CPU se desempeña con bastante solvencia, aunque hacerlo junto a un amigo es la mejor manera de exprimir al máximo todas las posibilidades de un título que se reserva para el final los desafíos más exigentes.

La decisión de Machine Games a la hora de diseñar una campaña que puede completarse en un abrir y cerrar de ojos —puede completarse en menos de cinco horas— y apostar por las misiones secundarias y desafíos temporales da lugar a un conjunto un tanto excéntrico en el que los mejores contenidos se desvelan a largo plazo. Nosotros hemos dedicado unas 23 horas en lograr el 100% de misiones, coleccionables y algún que otro nivel de maestría con nuestras armas favoritas, y en ningún momento hemos tenido sensación de pesadez. Esto se debe, en gran parte, a la depurada y exquisita jugabilidad a la hora de hacer lo que más nos gusta: matar nazis.

¿Hemos dicho matar nazis? ¡Sí, y es muy divertido! La sensación que transmite cada arma al ser disparada, la movilidad de las hermanas Blazkowicz y el uso de habilidades de combate hacen de cada tiroteo toda una experiencia. Preciso, dinámico y muy, muy adictivo. En condiciones normales, pocas veces hemos deseado que un grupo de más de diez enemigos reaparezca una y otra vez en un videojuego. Aquí sucede todo lo contrario: la acción es tan gratificante y el juego premia tanto a al usuario que es imposible resistir la tentación de volver a entrar a ese edificio custodiado por media docena de nazis, un par de Supersoldaten y varios perros cibernéticos. Porque no necesitamos ninguna excusa para disparar a todo lo que se mueva.

Arkane en estado puro

A pesar de que 'Wolfenstein II: The New Colossus' ya apostaba por niveles de cierta extensión, algo de exploración y búsqueda de coleccionables, nunca habíamos visto a la saga hacer lo que hace 'Youngblood'. Gran parte de culpa reside en Arkane Studios, el equipo creador de títulos como 'Dishonored' o 'Prey', entre otros. Tenemos a nuestra disposición un mundo semi abierto con zonas interconectadas y el diseño de niveles propicia que tengamos que peinar cada escenario varias veces mientras buscamos secretos, recolectamos las decenas de coleccionables que nos esperan y abrimos atajos para acceder rápidamente a zonas adyacentes.

En este sentido, el juego recuerda por momentos a 'Dishonored', ya que hay muchos edificios a los que podemos acceder, desniveles, localizaciones subterráneas y un sinfín de caminos bloqueados por los que solo podemos pasar una vez volvemos con esa habilidad o ese objeto que hace las veces de llave. Este aspecto se ve reforzado por las mecánicas RPG de un título en el que los enemigos reaparecen constantmenete y equiparan su nivel al nuestro, logrando que siempre haya batallas por librar cuando nos disponemos a explorar libremente sin hacer caso a la misión activa.

Aunque hay que decir que las misiones principales no están a la altura de los momentos más épicos de sus predecesores y que los jefes finales se antojan previsibles debido a la falta de inspiración —curiosamente, el mejor de todos es el que tiene lugar durante el prólogo—, 'Wolfenstein: Youngblood' cuenta con decenas de misiones secundarias y muchas de ellas resultan muy divertidas. No es que sorprendan: destruir servidores de la Gestapo, derrotar a un coronel oculto, localizar cadáveres de la resistencia... Sin embargo, la gran cantidad de enemigos que nos encontramos mientras tratamos de completarlas y la dedicación que requiere encontrar los caminos que nos llevan a nuestro objetivo acaban dando lugar a una experiencia que en todo momento se siente dinámica.

RPG, pero no mucho

Soph y Jess, o mejor dicho, sus trajes, nos permiten ejecutar habilidades de combate que aportan mucha variedad a cada situación. Desde volvernos invisibles durante tiempo limitado para asaltar sigilosamente al enemigo, hasta realizar embestidas y saltos con caída capaces de aplastar a todo bicho viviente —y romper ciertas estructuras en las que suele aguardar algún que otro secreto—. Además, el vínculo entre jugadores se ve representado tanto en la necesidad de velar por las tres vidas de máximo que se pueden portar, como en la posibilidad de que uno reanime a su compañero, siendo indispensable que al menos uno de ellos no sea abatido mientras el otro agoniza en el suelo.

Tampoco conviene olvidarnos de las señales motivadoras, una serie de gestos que podemos lanzar a nuestro compañero si estamos lo suficientemente cerca y que nos permiten elevar su contador de salud, armadura e incluso aumentar sus estadísticas personales durante unos segundos. Estas señales pueden desbloquearse conforme obtenemos monedas de plata y también se desarrollan a través del completo árbol de habilidades, que se divide en tres ramas: inteligenia, poder y músculo. Adquirirlas todas nos exige invertir muchas horas en el título mientras afrontamos los desafíos más exigentes, ya que completar la campaña apenas aporta crédito suficiente para desbloquear la mitad del árbol de desarrollo.

Los elementos RPG de 'Wolfenstein: Youngblood' no solo residen en el desarrollo a largo plazo de sus protagonistas; también en las mil y una posibilidades de personalización de cada arma. ¿Reducir el año en aras de disparar de manera silenciosa? ¿Colocar una mira telescópica capaz de ver siluetas a través de una pared? Hay muchas posibilidades de personalización y, posteriormente, de mejorar cada pieza y llevar el DPS (daño por segundo) más allá de los límites establecidos gracias a los niveles de maestría, que aumentan en la medida en que matamos nazis con cada una de las armas del juego. El título de Machine Games se presenta como un FPS, pero conforme jugamos se destapa como una suerte de RPG que funciona muy, pero que muy bien.

En definitiva, uno de los sleeper del año

'Wolfenstein: Youngblood' llega al mercado en una época en la que los lanzamientos de renombre se suceden en casaca. Además, lo hace a precio reducido y con un claro enfoque multijugador. Estos elementos han hecho que muchos usuarios tengan la percepción de que estamos ante un título secundario e incluso un producto menor. Nada más lejos de la realidad; se trata de un fantástico videojuego de acción, con una exquisita jugabilidad que poco o nada tiene que envidiar a los referentes del género y con un diseño muy interesante que refleja una vez más el talento de Arkane Studios. La propuesta cooperativa, el diseño de niveles y la depurada jugabilidad a la hora de mostrarnos su faceta FPS hacen de la aventura de las hermanas Blazkowicz uno de los tapados del año.