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Análisis de 'Crashlands' para Nintendo Switch, aventura sin fin

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Análisis de 'Crashlands' para Nintendo Switch, aventura sin fin

Por Oscar Martinez

El 16 de Diciembre 2018 | 19:00

Analizamos 'Crashlands' en Nintendo Switch, una apuesta pequeña con mucho carisma.

El terreno independiente ha hecho acopio de fuerzas en la consola híbrida de Nintendo. No es algo de extrañar. Y es que sus particulares funciones la convierten en un hogar perfecto para que los pequeños títulos tengan oportunidad de anidar y proliferar. Tanto es así que la gente de Kioto ha acuñado un término propio, 'Nindie', e incluso protagoniza eventos dedicados a esta rama de la industria.

No importa la procedencia, el género o sus propiedades. Nintendo Switch es ya el hogar de los juegos independientes y la "Gran N" es consciente de ello y disfruta celebrándolo. Algo positivo para la industria y el medio independiente, que nos brindan grandes sorpresas y la posibilidad de probar estos títulos aquí, allá y donde queramos. La última de estas pequeñas sorpresas tiene nombre propio y se llama 'Crashlands'. Os desvelamos sus luces y sombras a través de nuestro análisis.

Una apuesta atrevida

Hay conceptos modernos que se han extendido durante los últimos años dentro del sector y han conseguido anidar en el mismo, suponiendo ya una gran parte de los títulos que se lanzan al mercado. Mundo abierto, 'crafteo' y generación aleatoria son algunos de ellos. Y son, precisamente, tres de las grandes propuestas que se dan cita en 'Crashlands', una pequeña entrega que se atreve con todas estas, y más, particularidades.

Crashlands

En líneas muy generales, la obra de Butterscotch Shenanigans se podría catalogar como el "MMO más solitario del mundo". Y es que sus desarrolladores nos abren puertas a una aventura con multitud de variables donde somos nosotros, los jugadores, quienes debemos gestionar estas opciones y avanzar en la dirección que creamos conveniente.

Así el descubrimiento se convierte en el eje principal de la obra. Será nuestro deber primordial el salir a explorar, visitar nuevos lugares —quizás conocer a nuevos personajes—, encontrar nuevos enemigos, recursos y cualquier tipo de elemento que nos pueda servir en nuestra aventura. Pero, ¿qué aventura?

'Crashlands' hace un trabajo muy similar al de este texto. No se encuentra falto de apartado argumental, pero prefiere presentar su mundo antes que su historia. Y es que, aunque se encuentra presente, ocupa un espacio muy pequeño en su plantel. Las cosas son simples. Tanto que nos veremos en la piel de Flux Dabes, una suerte de repartidor espacial que ve su trabajo en peligro cuando un ser, bajo el nombre de Hewgodooko, destruye su nave y se ve atrapado en un planeta alienígena del que no conoce absolutamente nada. Pero Flux es todo un profesional, por lo que nuestra misión principal será la de conseguir mandar un mensaje de auxilio al Bureau of Shipping para ser rescatados y ponernos de nuevo en marcha.

Domando un mundo salvaje

Este concepto permite al juego a explorar una versión jugable del clásico náufrago —con una suerte de paleta espacial que hará las veces de Wilson. Así, de nuevo, nuestra principal ocupación será la de explorar un terreno tan desconocido como hostil. Por lo que el factor sorpresa será (al menos en las primeras fases) el principal atractivo del juego. Una tarea que pone su principal enfoque en el worldbuilding y en cómo el escenario responde a las decisiones que tomamos.

La idea parte de una gran accesibilidad en lo que se refiere a las mecánicas del título. Las primeras exploraciones se expanden poco a poco, cubriendo y cartografiando cada vez más terreno, descubriendo nuevos enemigos, materiales que utilizar y localizando los primeros núcleos urbanos. Una misión que no deberemos realizar por nuestra cuenta, sino que podremos hacerlo a través de ciertas pautas que trabajan siempre bajo esa pauta de accesibilidad que propone el título.

Crashlands

Algo que hace, principalmente, a través de su sistema de 'crafteo'. Y es que a medida que avancemos a través de la aventura de Flux nos veremos en la necesidad de crear nuevos objetos y piezas de equipo para seguir avanzando. Un punto que el título consigue introducir de forma natural; lo primero que deberemos construir es un pequeño aserradero donde construir placas de madera y quizás nuestras primeras paredes para defender nuestra base improvisada de visitas inesperadas. Las exploraciones revelarán rápidamente la necesidad de hacerse con objetos de mayor calidad por lo que necesitaremos de armas, armaduras y herramientas nuevas con las que romper y recolectar los elementos más avanzados.

Así la simbiosis entre exploración y creación se convierte en rutina y se auto-recompensan entre ambas. Cuanto más exploremos más recetas y materiales descubriremos, mientras que cuanto más construyamos más necesidades encontraremos —la mayoría ofrecidas a través del avance de la historia principal— por lo que existe un feedback muy cuidado que empuja siempre al jugador a mantenerse activo.

Reto tras reto

Algo, sin embargo, que tiene sus propias complicaciones. Y es que, a diferencia de lo que pueda aparentar con esta estética que tanto recuerda a líneas de obras como 'Cat Quest', el título de marras se presenta siempre como una experiencia difícil. A veces incluso como una obtusa.

Y es que 'Crashlands' parte de una dificultad intrínseca que cuesta relacionar con las pautas que da el propio juego. El reto es una constante que se convierte, usualmente, en muro. Morir en el título es demasiado fácil y ocurre de forma demasiado recurrente. Durante las primeras incursiones nos encontraremos muriendo una y otra vez incluso utilizando el equipo más poderoso con el que contemos en el momento. Una muerte que acarrea cierta pérdida, porque dejaremos, en el último lugar que pisemos, todo un puñado de objetos — que podremos recuperar luego si somos capaces de llegar al mismo punto.

Crashlands

Da la sensación, en líneas generales, que el sistema de batalla es lo que menos cariño se ha llevado por parte de su estudio. Contamos con diferentes habilidades y, por supuesto, cada tipo de arma tiene sus particularidades —normalmente resumidas en número de golpes, daño por segundo y velocidad— pero su simpleza lo hace, a veces, torpe. Especialmente cuando se trata de esquivar los ataques enemigos. Unos que, además, se repiten demasiado a lo largo del mapa y resultan excesivamente recurrentes pero a los que cuesta acostumbrarse por las carencias mecánicas.

Con todo, 'Crashlands' piensa en soluciones útiles y no teme en presentarlas. Por ejemplo, contamos con la posibilidad de hacernos con huevos de los diferentes monstruos que encontremos para criarlos y utilizarlos a nuestro favor en la batalla.

Una aventura sin fin

La propuesta de Butterscotch Shenanigans es una sólida. Aunque la misma había pasado por plataformas móviles y PC vía Steam anteriormente, su incursión en Nintendo Switch no solo supone una nueva oportunidad para el mismo sino que consigue enmarcarse como una de las grandes apuestas independientes con las que contamos actualmente en la consola híbrida de Nintendo.

Y es que 'Crashlands' propone una gran aventura, capaz de extenderse durante un largo periodo de horas sin que, por ello, resulte aburrido. Si bien, es cierto que su componente narrativo apenas hace gala en su extensión —aunque, pese a su brevedad, cabe decir que parte de un estilo particularmente divertido— la apuesta que realiza en pos de la jugabilidad lo convierte en un título especialmente diseñado para la consola de la gente de Kioto. No importa si se le dedican partidas cortas, entre viajes, o se aprovecha su capacidad para alargarse.

En líneas generales, nos encontramos ante un título con una vasta extensión de terreno y facilidades para que sus jugadores puedan adaptarse a él y domar su mundo. Recursos, exploración y 'crafteo' se dan la mano para crear un escenario con pocos errores achacables y que siempre responde con buena cara a los problemas que plantea.

7,5

Lo mejor:

- Su vasta extensión de terreno y su generación aleatoria

- El sistema de crafteo y sus posibilidades

- Su ingenio para mantener su atractivo con el paso de las horas

Lo peor:

- La dificultad se eleva por encima de lo necesario

- Puede resultar demasiado recurrente

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