OPINIÓN

Cómo llegué a ser periodista de videojuegos sin morir en el intento - La Zona

Hoy, por ser el día que es, os voy a contar cómo he llegado a estar detrás de estas líneas escribiéndoos cada semana.

Por Cristina 'Keis' Pérez 24 de Noviembre 2016 | 17:44

Cuando mamá y papá me subieron a ese avión, para ir a ver a mis primos de Inglaterra, me dijeron: "Cris, eres especial, naciste para lograr grandes cosas".

En realidad no fue así. Eso sólo te lo dicen tus padres si te llamas Jack y eres el protagonista de un videojuego. Pero ese fue el comienzo de mi andadura en el mundo de los videojuegos. Gracias a esa presentación, a esa cinemática, me di cuenta de que los videojuegos eran algo más que gráficos y gente que dispara a cosas abstractas con una habilidad envidiable.

Sí. Todo el mundo recuerda su primera vez. Es ese tipo de fotografías mentales que se te quedan grabadas a fuego en la memoria. Y yo me acuerdo perfectamente de mi primera vez. Fue con 'BioShock' y charlando con un amigo. "Eh, Cris, ¿a ti no te gustan las historias? Deberías mirar esta saga", fueron sus palabras. Yo le miré con cara de "¿Estás de coña?" Por suerte, le hice caso. En casa, con tranquilidad, me dispuse a comprobar por mí misma qué demonios era eso de 'BioShock' y qué tenía que ver con la biología y con los shocks. No quedé decepcionada. Así es cómo pasé de aporrear botones en contados juegos, a pararme a analizar su mensaje comunicativo.

Esto, por supuesto, no tardó en convertirse en algo más que un hobby. Estaba yo todavía en la carrera de Periodismo cuando a un profesor le dio por hacernos la viperina pregunta: "¿Qué especialidad os gusta?"

Desde siempre, he sido una persona que le gusta saber y conocer un poco de todo y eso, unido a mi pasión por escribir, fue lo que me empujó a estudiar Periodismo. Sin embargo, odio tomar decisiones que sé que me van a marcar, de una u otra forma, en mi vida. Siento que encierran una responsabilidad que a todo ser humano se le escapa de las manos, y me da miedo afrontarlas. Por eso no sabía qué especialidad me gustaba: porque todas me parecían igual de interesantes. Salvo el Periodismo Rosa, claro. Bastante tengo ya con mi vida como para preocuparme de la de los demás.

Así que, después de que el profesor dejara en el aire esa maldita cuestión, me giré hacia un grupo de amigos para ver qué ideas se les pasaba por la cabeza. "Yo quiero dedicarme al periodismo de videojuegos", dijo uno de ellos. Tengo que admitirlo. Me reí. ¿Periodismo de videojuegos? ¿Y lo siguiente qué va a ser? ¿Probador de colchones?, fue lo que pensé. Me conozco. Apostaría a que pensé algo así.

Unos meses más tarde, en verano, empezaba a trabajar en una página de videojuegos. Os diré la verdad: fue un poco porque quería sacar dinero para mis gastos. Que oye, no son muchos, pero así empezaba a no tener que depender tanto de mis padres. Poco después de esta mi primera experiencia en una web de videojuegos, encontré Zonared gracias a una persona que vio "algo" en mí. Todavía estoy preguntándome qué fue eso que vio.

El caso es que entré a trabajar en Zonared. De nuevo, al principio me lo tomé como una especie de medio que me reportaba un beneficio económico mientras, encima, hablaba de cosas que me gustaban. Digamos que fue una relación fría.

Sin embargo, la cosa fue más allá. De un modo que todavía no sé explicar, me encontré con este rincón. Con mi propio espacio, un día a la semana, para hablar de lo que quisiera en relación con el mundo de los videojuegos. Esto ya era diferente, claro. Mi jefe, Xose, esa persona que está vigilando en las sombras para que todo funcione como es debido, confió en mí para darme un espacio dentro de la web. Es algo que siempre agradeceré porque, aunque os digan lo contrario, es muy complicado que en un trabajo te valoren como es debido.

Tras este gesto, me di cuenta de que de verdad estaba ejerciendo el periodismo. Estaba analizando la actualidad, ligándola al panorama de los videojuegos, y emitiendo una opinión para echar una mano a los lectores o para inspirarles de alguna forma u otra. Inducirles a pensar. "¡En este videojuego hay propaganda!", "¡'We Happy Few' habla de una distopía enmarcada en unos medios de comunicación doblegados al poder!", "¡La narrativa de 'Inside' se puede relacionar con los refugiados de Siria!", "¿Qué c**** le importa a Ubisoft que salgan unos genitales en un videojuego?", "¡A mí 'The Witcher 3' no me ofende como mujer, joder ya!"

Estas, entre otras muchas, eran algunas de las perlas que gritaba en mi habitación mientras os escribía cada semana.

Ahí tuve que pisar el freno, levantar las manos del teclado del ordenador, mirar mi reflejo en la pantalla, y decirme "soy periodista de videojuegos". No tuve valor de reírme esa vez.

Mi historia con el periodismo de videojuegos es esa. Una casualidad. Un cúmulo de circunstancias que, finalmente, me han empujado a estar donde estoy.

Fuera mitos

El otro día un estudiante de Periodismo me preguntó cómo funcionaba el mundillo del periodismo de videojuegos. No os voy a engañar. Es un trabajo jodido. Aquí no hay maletines. No hay horas para jugar todo lo que nos gustaría a los últimos títulos (de hecho, estoy jugando ahora a 'Half-Life 2'). No hay, a veces, suficientes descansos y cuando sales con tus amigos no puedes desconectar del trabajo porque sigues hablando de videojuegos. Tienes que leer mucho en inglés. A veces, algo que pensabas que estaba bien escrito tienes que volverlo a rehacer porque has interpretado mal la información. Otras, tienes que lidiar con comentarios crueles que no hacen justicia a las horas de trabajo que le dedicamos mis compañeros y yo. En ocasiones, parece que ese mal titular te va a perseguir toda tu vida y, en muchas otras, crees que no vales nada porque no eres capaz de distinguir qué demonios significa HDR a 4K o qué relevancia tiene el último modelo de una tarjeta gráfica.

Pero una vez que superas todo eso, entiendes que ya te has curtido. Que has forjado lo que ahora eres y que todos esos pequeños baches han hecho de ti el profesional en el que estás en proceso de convertirte.

Gracias a Zonared, he podido diseñar un videojuego. He viajado. He hecho entrevistas a gente maravillosa y me he podido poner en contacto con Rhianna Pratchett. Pero, sobre todo, he aprendido a mirar con otro enfoque lo que representa el videojuego como producto cultural, no como medio de entretenimiento. Y aprender me encanta, ya os lo he dicho.

Así es como puedo, ahora, decir que soy periodista de videojuegos... y que no he muerto en el intento.

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