COMIENZA LA AVENTURA

Diario de 'Far Cry Primal' - Las primeras horas en la Edad de Piedra

Bastan unos primeros momentos de viaje por Oros para darnos cuenta de quién es la presa por el momento: nosotros.

Por Pedro Herrero 1 de Marzo 2016 | 16:03

Poco tarda 'Far Cry Primal' en hacerme ver dónde estoy, y sobre todo, cuándo. En la Edad de Piedra el hombre no es el último escalón en la cadena alimentaria -los pobres tapires y ciervos ocupan ese lugar-, pero sí uno de los más débiles. En una salida para la caza de un joven mamut, y tras separarlo de la manada, este termina con algunos miembros de la tribu. Después de no pocos golpes de lanza, el pequeño termina cayendo, pero un inesperado depredador no invitado a la fiesta reclama la presa para sí: un tigre dientes de sable mata a mis restantes compañeros, quedándose con lo que era nuestra cena para darse su particular festín y conmigo como único superviviente.

Tras crear un arco y cazar unas pocas cabras para aprovisionarme, busco refugio para pasar la noche y enciendo una hoguera para mantener alejados a los animales nocturnos más peligrosos: los lobos, que no son ni mucho menos del tamaño de sus predecesores evolutivos y que conocemos hoy en día. Continúo mi andanza en busca de miembros de mi tribu, los Wenja, y un rastro me lleva a una cueva donde se encuentra Shayla, la protagonista femenina, y con la cual huyo de la amenaza de otro dientes de sable. Ella está herida y me envía en busca de hierbas verdes curativas, en cuya búsqueda conozco a los primeros Udam, unos salvajes caníbales de los que no tardo en dar cuenta gracias a un poco de puntería con el arco. Una vez curada, juntos tomamos la decisión de reunificar a todos los Wenja y hacer de ella una tribu fuerte y capaz de hacer frente a la innumerable cantidad de peligros que nos rodean.

Después de esta introducción de aproximadamente media hora, 'Far Cry Primal' ya me otorga total libertad para explorar la tierra de Oros, y descubrir cómo la fórmula de la franquicia, salvando las diferencias evidentes, se mantiene. Lo primero y seguramente más inteligente es capturar uno de los campamentos Udam para conseguir el primer punto de reaparición, pero soy perfectamente consciente de que por el camino me voy a encontrar algo que me hará entretenerme. Después de cruzar un río, veo el campamento en el punto más alto de un enorme montículo y, dando un rodeo para poder llegar, me cruzo con un enorme ciervo macho, a juzgar por el tamaño de su cornamenta. Después de dispararle con una flecha, sigo el rastro de su sangre y me lo encuentro de frente: el resultado es fatal para mí, ya que el gran animal me regala mi primera muerte en 'Far Cry Primal'.

De acuerdo, toca volver por el mismo camino. Esta vez son unos pequeños pero agresivos jabalíes los que hacen que muerda el polvo, lo que me hace llegar a una conclusión nada agradable: cualquier ser vivo en Oros, humano o animal, carnívoro o herbívoro, puede acabar con tu vida.

El siguiente miembro importante de los Wenja que se unirá a mi causa es Tensay, un chamán que me invita a un apetecible cuenco que contiene una mezcla de sangre de rata y de la mía propia, y por el viaje que me hace dar, deduzco que también con alguna sustancia psicotrópica. Después de una alucinación en la que me veo capaz de volar y seguir a un búho, ya soy capaz de domarlo cual cetrero y enviarlo a reconocer el terreno. Yo aún no soy ni de lejos capaz de marcar enemigos así que él lo hará por mi. Ese es uno de los momentos en que te das cuenta que este no es un 'Far Cry' al uso y echas de menos un rifle de francotirador con una mira de varios aumentos. Las cosas no van a ser tan sencillas.

En fin, solo es un búho, pero estoy deseando ser capaz de domar grandes bestias como un león de las cavernas o un oso pardo, no porque faciliten mi supervivencia en Oros, sino porque una aventura de este calibre se disfrutará más en compañía. La aventura que propone 'Far Cry Primal' es la mayor de la vida, y es simplemente esa: vivir, o mejor dicho, sobrevivir. Todo lo que hago, cada paso que doy, está encaminado a una sola cosa: ver un nuevo amanecer. La historia es solo una excusa pero no me importa lo más mínimo: Oros ya me ha atrapado, y quiero seguir recorriendo sus hostiles entornos.