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Crítica 'La guerra del planeta de los simios', el reflejo inhumano del fanatismo en la era Trump y Le Pen

Las últimas consecuencias del fanatismo son el punto de partida para la tercera entrega de 'El origen del planeta de los simios'.

Por Xose Llosa 15 de Julio 2017 | 09:49

Sin el ruido de los estrenos de 'Wonder Woman' o 'Spider-Man: Homecoming', y sin la pretensión fallida de abrir universo de 'La Momia' de Tom Cruise, 'La guerra del planeta de los simios' afronta la cartelera reclamando lugar de privilegio a base de buen hacer. La nueva trilogía de 'El planeta de los simios', llamada a ofrecer respuesta para la gran pregunta que el Dr. Zaius en 1968 se negó a responder -¿por qué los humanos involucionaron ante el salto evolutivo simiesco?-, cierra con todas las soluciones en el desenlace de la trilogía de César.

En 2011 Rupert Wyatt inauguraba con la metedura de pata científica de James Franco en 'El origen del planeta de los simios', descubriendo la ternura del pequeño César, al que luego hemos visto crecer y desarrollarse como adulto. Los simios inteligentes se convierten en amenaza para la humanidad en 'El amanecer del planeta de los simios', donde Matt Reeves toma relevo como director. Ahora Reeves narra 'La guerra del planeta de los simios' acudiendo a la épica del cine bélico clásico, con el maravilloso envoltorio de Michael Giacchino en la música.

'La guerra del planeta de los simios' se define en la tensión, la supervivencia, y la penosa sucesión de la guerra. La música incidental en cada uno de los momentos clave aportada por Michael Giacchino, con los planos de mirada sostenidos de Andy Serkis como César y sus profundos ojos, catapultan el desenlace de la trilogía de Los Simios a una progresión esplendorosa difícil de explicar. Sobre la saga, el riesgo del ridículo ha sobrevolado amenazante a perpetuidad, primero con el habla de un mono, luego con los simios a caballo, con los monos armados con rifle de asalto... ahora con los monos más humanamente emotivos, sin que el ridículo nunca ha llegado a apoderarse de la historia. Ese es el logro primario de la trilogía, que también aportaba el original, al trasladar el prisma a un mundo difícil de creer sin que por un instante, sin embargo, haya dejado de ser creíble.

¡Esto es la guerra!

Aquí un Woody Harrelson de inspiración fascista inicia la guerra santa de la humanidad en pos del exterminio de los simios que pueblan el planeta. Con absoluta crueldad, Harrelson no ofrece tregua ni perdón para César y los suyos, en una película que más allá de la narración del combate bélico entre las dos especies, gira alrededor de la guerra más indeseable, acercándose a las prácticas inhumanas de los campos de concentración, la tortura, los trabajos forzados y la conclusión obvia del fanatismo en el campo de batalla.

Así, es fácil entrar en el hilo introductorio, brillante, donde César se convierte en superviviente en un mundo postapocalíptico hostil. Emprende un camino a caballo, cruzando peligros a cada paso. Recuerda a 'The Road', montando enormes planos de montaña blanca ante la visión de un minúsculo César enfrentado a la magnitud inabarcable.

Con la llegada de la escaramuza, el análisis del fanatismo y la compasión en la guerra se apoderan de la historia, entre miradas desconfiadas y la esperanza rota, escupiendo el no future de Vietnam. 'El planeta de los simios' ha jugado siempre al intercambio de especies como reflejo de los indiscutiblemente humano. El poder de ' El planeta de los simios' original reside en el intercambio de especies situando al espectador en el lugar del sometido, y no del que somete. Aquí la vista está puesta en el lugar del prisionero, el refugiado, y el reflejo ofrecido es el del fanático fascista. Muy conveniente en la era Trump o Le Pen.

Sin embargo, el punto de genialidad, y a la vez el pecado, es la manera en la que 'La guerra del planeta' de los simios va sembrando los hilos a lo largo del metraje para finalmente establecer el nudo, al desenlace, que entrelaza la vieja película de Charlton Heston y la trilogía llamada a contar el origen. En un suave intento de hacerse un Shyamalan, Reeves abre preguntas sin respuesta desde el primer momento, a las que en los monólogos de Harrelson va dando resolución.

Fanatismo y conclusión

Es la genialidad de la cinta porque Mark Bomback y Reeves al guión estoy seguro de que no dejó de pensar ni un sólo instante en estos golpes de efecto mientras escribía, sin embargo, es también el pecado, al no ser las respuestas adecuadas a las preguntas obvias. La explicación del origen de 'El planeta de los simios' que aborda la trilogía en su conclusión resulta excesivamente fácil. Cierro el camino de esta trilogía con la sensación de que la respuesta es una solución fortuita en el último momento, más que un elemento nuclear de estas historia planteado a priori como pilar de esta historia. La ausencia de esta columna desde el minuto uno de historia implica que, sobre la situación de los humanos en el emergente planeta simiesco, el argumento se tambalee.

Más allá de este punto de flaqueza, amén de una interpretación caricaturesca de Woody Harrelson, 'La guerra del planeta de los simios' es una película entre un millón. Lo tiene todo, una vez más, para resultar un desastre ridículo y pretencioso, pero logra sortear cada uno de sus grandes abismos concluyendo en una historia de acción reflexiva y relevante. Salí del cine y no tuve más remedio que poner el DVD de 'El planeta de los simios' original. Han pasado cincuenta años desde el estreno de esta historia de ciencia ficción, y siguen siendo dos horas maravillosas. El principal secreto de 'El planeta de los simios' tras medio siglo es que mantiene un mensaje muy relevante, como núcleo de la metáfora escrita por Pierre Boulle. La relevancia en lo que se cuenta también es lo que mantiene 'La guerra del planeta de los simios' por encima de sus dos predecesoras. Así se cierra la mejor trilogía de ciencia ficción de alta producción del momento.