'Pokémon GO' como juego social, la doble cara de la moneda

OPINIÓN

'Pokémon GO' como juego social, la doble cara de la moneda

Por Oscar Martinez

El 22 de Septiembre 2018 | 01:28

'Pokémon GO' se propone como un juego social pero sus limitaciones le tachan y le llevan al aislamiento.

El fenómeno 'Pokémon GO' es seguramente uno de los más relevantes en la historia del videojuego. Niantic consiguió cumplir el sueño de varias generaciones e incluir en el mismo a cientos, miles de personas que se habían mantenido ajenas a ello. Google lo demostraba el pasado 2014 utilizando la API de Google Maps para llevar a la gente a buscar las criaturas virtuales de Game Freak.

Pero el caso de Niantic fue, con creces, muy superior. Las calles se llenaron de personas en busca de esas criaturas digitales. Y si lo miramos de forma fría quizás nos topemos con grupos multitudinarios de gente mirando el móvil por la calle, pero hay un romanticismo implícito en ello que resulta increíblemente importante. Porque 'Pokémon GO' convirtió a la gente en entrenadores y entrenadoras Pokémon. Quizás no sea tan literal como lo es en la obra que originó Satoshi Taijiri, pero si es lo más cerca que hemos estado de cumplir su fantasía.

Conectando con el mundo

Y es que se podría considerar como una versión exponencial de lo que el propio Taijiri proponía con sus Pocket Monsters y el factor social que quiso otorgarles a finales de siglo. Evitaba los planteamientos básicos del directivo, no existían intercambios y no habían formas reales de interactuar entre jugadores. Pero si había formas de hacerlo al margen de la aplicación.

Pokemon GO

Era tan fácil como salir de casa, juntarte con tus amigos, familia o conocidos y salir a la búsqueda de Pokémon. Los algoritmos, además, respetan esas ideas y hacen aparecer las mismas criaturas en el mismo lugar y tiempo —a diferencia de otros títulos en línea— por lo que permiten ese juego cruzado entre diferentes personas. Y realmente lo consiguieron. Al margen de la excesiva popularidad que recibió el título en su momento, sigue siendo fácil encontrar a grupos de gente lanzando pokéballs a un Pikachu salvaje en medio de la calle.

Un fenómeno que no solo ha conseguido servir como contrapunto al sedentarismo que, a veces, se achaca al videojuego, sino que además traía con él un enorme factor social que incluso ahora, dos años después de su salida, sigue brillando. Pero por su casi completa ausencia.

Un mérito que pertenece al jugador

Pokemon GO

No es que el producto de Niantic no cuente con valores sociales pero son escasos y casi un resultado de las propias limitaciones del juego. Hasta hace poco el único factor era el de los gimnasios, la competitividad. Porque por mucho que el título se divida en tres facciones diferenciadas, mantener un gimnasio durante más de un número determinado de horas resulta contraproducente. Solo puedes ganar cincuenta monedas al día y mientras tu Pokémon se encuentre en él no hay forma de recuperarlo, por lo que la rotación entre equipos era la mayor conveniencia social del juego.

Ahora contamos con algunas novedades. Hace escasos meses se añadía la posibilidad de intercambiar criaturas — algo con lo que ya contábamos en el juego original de salida — pero es imposible realizarlo si no lo hacemos con una persona a la que hayamos agregado previamente y que se encuentre al menos a 100 metros de nosotros.

Es una apuesta demasiado cómoda y con obvias pretensiones. Porque sí, permite interactuar con otros jugadores pero esas limitaciones obligan a hacerlo con personas cercanas o a encontrar otras, pero siempre fuera del juego. Y esto se aplica al resto de elementos del título porque las Incursiones aparecen de forma aleatoria y no hay forma de invitar a otros jugadores cerca y el sistema de gimnasios no es una mala idea pero resulta tan impersonal que al final lo único realmente importante es la experiencia que tu Pokémon va a obtener después de luchar contra desconocidos. No existe la idea del reto, la de enfrentarse a otro oponente. Es incluso menos real que en los juegos canónicos, donde cada entrenador cuenta con una ínfima muestra de personalidad.

Pokemon GO

Por supuesto que 'Pokémon GO' es un juego social. Hay grupos y clanes en todas las comunidades, en todas las ciudades. Y su comunicación les permite repartirse los gimnasios o formar grupos para derrotar a los nuevos legendarios cuando aparecen en las raids pero el mérito, en este caso, no es de Niantic, sino del jugador.

Y es que 'Pokémon GO' nació como un título a medio cocer y hasta ahora no parece que se hayan visto en la necesidad de cambiar las tornas. Con el simple hecho de introducir un sistema de mensajería el título ganaría muchísimo. 'Kingdom Hearts Union Cross', por ejemplo, permite mandar una alerta de ayuda cuando un jugador cae ante un jefe de raid. Pero entonces toca remitirse a otro punto: en 'Pokémon Go' ni siquiera existen los grupos.

Hay bandos, sí, pero es una idea extremadamente vaga. Volviendo al título de Square Enix, en él existen cinco uniones a modo de bandos, pero dentro de cada una de ellas coexisten cientos de grupos diferentes. Lo que propone Niantic es, en gran parte de su extensión, una colaboración invisible. Y si quieres tirar abajo ese muro no hay más opción que buscar un apoyo externo.

Pokemon GO

No es que 'Pokémon GO' lo haga todo mal y, de nuevo, marcó un hito en la historia del medio. Pero hablamos de una obra increíblemente conformista, con una enorme falta de detalles y que propone una socialización tan vacía como inexistente. Porque Niantic no pone ninguna facilidad para que sus jugadores puedan corresponderse. No hay puntos de encuentro, no hay chat, tampoco podemos intercambiar criaturas con jugadores lejanos o enfrentarnos en batallas individuales. Todo es un frío contacto a través de avatares, de regalos misteriosos que salen de alguna parte del mundo pero sobre los que tampoco se puede adjuntar ningún tipo de nota.

Las cosas están como están y el futuro no ampara nada diferente. La compañía está centrada en añadir nuevas criaturas, más poképaradas, más objetos y habilidades. Pero mientras el mundo que plantea el juego sigue creciendo, siento que su corazón se empequeñece. ¿De qué sirve algo tan grande si estamos solo en él?

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